El Ángel

Si alguna vez tuviera que decidir entre seguir viviendo o vivir sin más, ¿qué elegiría? Alguien pensará que es lo mismo, pero no es así, no en mi situación. La vida en este lugar es horrible. Todo está perdido, las casas, los parques, los bosques, el castillo… todo. Oigo a lo lejos como las fuerzas enemigas avanzan hacia donde me sitúo, la catedral. Este sitio es el único reducto que todavía no han conquistado. Miro a través de las ventanas del interior hacia la planta de abajo. Mujeres, niños y ancianos están rezándole a Dios que esto acabe, que no les hagan nada, que les dejen vivir… Ellos saben cuál es el remedio que los salvaría, pero no lo quieren, no lo ven justo. Pero yo ¿qué? ¿Qué hago? Todo mi pueblo sabe que la única que pueda acabar con todo esto… soy yo. Pero no sé que hacer. Sé que si llegan, a mi no me tocarán, pero… ¿ellos? Acabaran como los guerreros, o aun peor… Necesito tiempo para pensarlo, solo un momento, dadme solo un momento…

Ya lo he pensado, y creo que es lo mejor que se puede hacer en esta situación. Me dirijo a las escaleras y las bajo lentamente, tocando cada trozo de pared para recordarme que sigo viva. En cuanto llego al piso, miles de ojos se posan en mí. Sé lo que piensan, pero yo no podría vivir así, sin ellos… Pasó a través de los bancos hacia la puerta. Justo cuando voy a abrir, noto que alguien me tira del vestido. "Princesa, que la luz te guíe allá adonde vayas". Es un niño rubio de unos 3 años el que me acaba de hablar, y además, me da una rosa roja. ¡Qué bonito! Por gente así, esto merece la pena. Me agacho y le doy un beso en la frente. "Gracias". Cojo la flor y salgo fuera.

Todo el mundo se queda mirando por las ventanas. Avanzo lentamente por el sendero negruzco que hay bajo mis pies. A lo lejos se ve a los enemigos, todavía no se han percatado de mi presencia…


Ya cuando llego se giran, nadie me detiene. Y sé por qué, tienen órdenes de no tocarme, y yo la de seguir adelante. Llego a la tienda que me esperaba, donde está el príncipe Mosón. Uno de sus secuaces entra corriendo a avisarle. Tal insolencia es esa de entrar sin llamar que el guerrero sale despedido por la puerta, ensangrentado. Me giro para ver dónde ha caído, y justo en ese momento escucho un gruñido. Me giro lentamente: aquí, delante de mí, tengo al príncipe Mosón, hijo del rey más malvado de las tierras de Tohr. Se me queda mirando sorprendido por mi actitud.

- Princesa, siempre puedes salvarte… y ya sabes cómo -. De su bolsillo saca una cajita, la misma que había visto años atrás, que contiene un anillo de diamantes. Como siempre, el mismo tema, que me case con él.

- Jamás.

- Muy bien, si esa es tu decisión -. Me mira con ojos desafiantes.

- Sí -. Respira resignado ante mi negativa.

- Lo siento princesa, pero no me dejas otra opción-. Justo cuando me va a coger presa, noto un frío que me atraviesa el estomago, según parece, Anmar, el capitán, me acaba de atravesar con su cruel espada.

- ¿Pero qué hace? ¡La quería viva!

- Lo siento señor, pero su padre me lo ordenó.

- Que demonios, ¡sálvala!

- No, son sus órdenes, y sabe que es lo mejor.

Tirada en el suelo, noto como el príncipe se echa sobre mí.

- Lo siento, lo siento mucho Lena, perdóname -. Hago un último esfuerzo por mirarle a la cara.

- Ahora el reino es tuyo.

- Yo sólo lo quiero si lo gobiernas conmigo.

- Sabes lo que pasaría, tu padre… nos mataría-.

Ya no me quedan fuerzas, cierro los ojos para dirigirme a mi destino... De repente, noto como se acerca a mi oído y me dice "te quiero", abro los ojos, y veo los suyos con lágrimas. Le trasmito con mi mirada que yo también, pero que no, ya nada… su imagen se va de mis ojos y aparece la de Anmar. Me coge y sin más me tira por el precipicio que hay. Lo último que noto, con los ojos cerrados, es como voy cayendo, cayendo, cayendo… un momento, ¿por que me he parado, sino me he dado con nada? La espada… no la noto. ¿Y que es esto que tengo a la espalda? No puede ser, no es posible, no puede ocurrir, ellos desaparecieron hace mucho tiempo, hace 18 años, los que tengo yo ahora… Por fin, ahora ya sí, sé quién es mi madre, y qué le pasó. Su raza fue perseguida y asesinada a los pocos días de nacer yo. Mi padre, el rey Alan, se había casado con… un ángel.

Vuelvo abrir los ojos. El capitán y los guerreros se me quedan mirando. Desprendo una luz blanca que se expande por todo la tierra. Mi gente sale del monasterio sorprendida, menos los ancianos… Sabía que ellos tenían información que yo no conocía. Desplegó mis alas y mando mi magia por el lugar, los guerreros y el capitán se mueren, menos el príncipe, él es el único que merece la pena. Me bajo para cercarme a él, que está arrodillado llorando, le levanto el mentón y me mira sorprendido, no había visto nada de lo anterior.

Sigo volando hacia el cielo, siendo reflejada por los rayos de sol que ya aparecen por el horizonte. Mi mano se separa de la suya lentamente. Sigo subiendo, extiendo mis brazo hacia esa luz blanca que me guía, ya llego a casa, a mi segundo lugar del cual yo pensé que no existía porque...

¿Quién cree en los ángeles si nunca los han visto?

Pues ahora yo sí creo en ellos

¿Y por qué?

Porque nunca he dejado de serlo.

1 comentarios:

es muy bonito, me ha gustado. saludos